El equipo de baloncesto de los Toronto Raptors hizo historia este jueves al vencer por 4-2 en la serie final de la NBA a los Golden State Warriors y conseguir así el primer anillo de la historia para una equipo canadiense.
En el sexto y decisivo partido jugado en Oakland, California, los Raptors se impusieron por un agónico 110-114, brillando Pascal Siakam, quien sumó 26 puntos y 10 rebotes, y Kyle Lowey, quien tuvo 26 puntos y 10 asistencias.
Los Golden State Warriors notaron la ausencia de Kevin Durant por lesión y no pudieron reeditar el título que consiguieron en 2017 y 2018.
Con su victoria, los Toronto Raptors, equipo en el que militan los españoles Marc Gasol y Serge Ibaka, desataron la locura en todo Canadá, al tratarse del primer campeonato de la NBA que logra una franquicia que no se encuentra en territorio estadounidense.
Los Raptors han ganado el primer anillo de su historia, que también es el primero de siempre en la NBA para una franquicia de Canadá, al imponerse en el Game 6 de las Finales a los Warriors, en Oakland (110-114). Kawhi Leonard, MVP de las Finales.
Si para la pelea por el anillo alguien se hubiera propuesto escribir el guion más épico, sádico, enrevesado y precioso, seguramente no le habría salido tan bien como el propio relato que han marcado estas Finales y que vivieron en el Game 6 un colofón digno de una serie inolvidable.
Vaya por delante siempre que estos Raptors son justos merecedores del anillo. Un éxito rotundo de sus oficinas, que apostaron todo a un año por Kawhi Leonard y que han obtenido réditos inmediatos. Canadá ya sabe lo que es ser un país campeón de la NBA.
Aunque le costó, porque estos Raptors tuvieron que hilar e hilar hasta el último segundo para saberse campeones. El frío final de las Finales, con Draymond Green pidiendo un tiempo muerto que los Warriors ya no tenían, la técnica consiguiente y varias revisiones al reloj del tiempo enfrió un poco una noche ardiente, veloz, única. Épica, en definitiva.
Honores a los campeones, los Raptors, capaces esta vez sí de rematar la jugada, aunque de nuevo bien pudieron perder la ocasión, como sucediera el lunes en el Game 5. Y honores a los Warriors, nadie jamás hizo tanto honor a un nombre como ellos.
Todo iba bien hasta que…
Para los Warriors, pero también para los Raptors y para el espectador en general. Todo caminaba en la senda del espectáculo, Toronto incapaz de romper la baraja, pasaban los cuartos, la primera mitad y ahí estaban los Warriors, sin nada que perder, porque el que ya lo ha perdido todo no le teme a nada. En cierta medida, Golden State lo tenía perdido todo desde el 3-1. Lo que hizo a partir de ahí, prolongar las Finales, no rendirse nunca, luchar contra los elementos más atroces, fue una propina dorada a una batalla por el anillo que no olvidaremos jamás.
Tras el infortunio de Kevin Durant, con Kevon Looney roto de dolores y DeMarcus Cousins bajo de forma, los Warriors despedían para siempre el Oracle Arena. Y lo hacían con dignidad, la presión era para Toronto, favorito desde que las lesiones dibujaron un panorama dramático para Golden State. Pero nunca parece suficiente cuando las desgracias desean venir.
El show había sido delicioso, con un arranque de partido marcado por el ritmo brutal de Kyle Lowry, que efectivamente parece con menos problemas fuera de casa, acompañado de Pascal Siakam. Los primeros 19 puntos de los Raptors fueron de la pareja. Pero los Warriors resistían, convertidos en la versión más aguerrida y valerosa que se ha visto en este equipo, al que hace meses todos entregaban ya el anillo mientras que otros tantos imploraban porque se acabara el aburrimiento de ver siempre al mismo campeón y que pasáramos a otra cosa a partir de la 2019-20. La NBA aburrida, ya, claro.
Siempre por debajo, o muy poco por encima, estaba Golden State de Toronto, incapaz el cuadro canadiense de dar ese acelerón que le permitiera alejarse del electrónico. Y en buena medida esto sucedía porque Klay Thompson se estaba multiplicando. Parecía que estaba en todos los sitios, triples en carrera, perfectamente estéticos, acciones veloces, maravillas andantes sobre el parqué del agonizante hogar de los Warriors.
Pero decimos que los demonios a veces no consideran que sea suficiente. Y castigan más. Con 83-80 para los Warriors y 2:30 minutos para acabar el tercer cuarto, Danny Green tapona una entrada a canasta de Thompson. Y este cae mal, fatal. Otra lesión más. Le tienen que ayudar a levantarse, a él, que en ese momento lleva 28 puntos y que ha sido la mecha que ha prendido el incombustible fuego casi eterno de Golden State. A él, que nunca se había lesionado en playoffs hasta el Game 2 de las Finales. Ha sido personal de Green, que pronto se disculpa por una acción sin más culpables que la mala fortuna, otra vez.
Camino de los vestuarios, con el cuerpo y las rodillas todavía calientes, a Thompson le preguntan si quiere tirar los lanzamientos libres. Vuelve. Ni en las mejores películas. Cojea, pero anota los dos tiros libres. Y 85-80 para los Warriors. Por un momento parece que la epopeya va a seguir porque permanece algunos segundos en la pista hasta que Golden State para el juego. Thompson no puede ni debe seguir. Con Durant ya fue suficiente.
Minutos después salía del Oracle Arena en muletas. También es agente libre en verano.
Por fin, Toronto
Sobre el ambiente pesaba la posibilidad de que al igual que en el Game 5, Toronto dejara escapara la ocasión. Que Golden State, con un quinteto de circunstancias totales por momentos, tomara la delantera en el marcador no ayudaba a disipar esa creencia. Andre Iguodala aparecía para hacer de Thompson y de Durant. Stephen Curry y Draymond Green empujaban, con Cousisns lento pero valeroso y fundamental en su vertiente ofensiva.
Del 101-99 se pasó al 101-106, parcial de 0-7 para los Raptors en la recta decisiva. Aquí, honores de gran jugador a Fred VanVleet, que demolió las esperanzas locales desde el perímetro. Pero estos Warriors iban a quedarse lejos de la rendición. Sus zarpazos, ayudados por errores rivales, les dejaron vivos a falta de un minuto. Kawhi Leonard, MVP casi por unanimidad, tuvo un triple con tres arriba para sentenciar. Lo erró. ¿Se repetía la historia? Una canasta de Cousins, dos tiros libres de Curry y 110-111 para los Raptors. Entonces, una defensa de libro en la salida del balón y los nervios de Danny Green le dejaron la pelota a Golden State. Poco menos de 10 segundos y bola para el séptimo partido. Curry, el de los tiros imposibles, falló un lanzamiento meridianamente cómodo. Luego Green, Draymond, pidió ese tiempo muerto que no tenían, pero lo hizo desde el suelo y con el partido agonizando. De no haberlo hecho, la bocina habría sonado con el balón sobre el parqué.
Hubo técnica, tiro libre anotado de Leonard y un segundo por celebrarse. Y fue raro, como estas Finales en general, porque los Raptors se sabían campeones, pero nadie alzaba los brazos. Revisiones aquí y allá y dos tiros libres más de La Garra resolvieron un cierre extraño, sin la explosión propia del bocinazo final de unas Finales. Pero eso quedará en anécdota cuando con el paso de las horas, de los días y de los años, se vea siempre a Toronto en el palmarés de la NBA. Su primer anillo es tan justo como merecido. Cualquiera lo hubiera merecido, realmente. Y eso es lo mejor que se puede decir de unas Finales que dejan un reguero de recuerdos imborrables.
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Fuente: www.nbamaniacs.com
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